En los últimos años, la frecuencia de Trastornos Alimentarios (TA), ha trepado a niveles preocupantes, a tal punto, que se convirtió en señal de alarma para profesionales de la salud, sociólogos, e incluso, en nuestro país, llegó al Congreso de la Nación.
Los más importantes son: Anorexia, Bulimia, Obesidad y Desórdenes Inespecíficos de la Conducta Alimentaria (DICA).
Existe mucha información sobre Anorexia, Bulimia y Obesidad; pero no así sobre los DICA, a pesar de que su prevalencia se ha ido incrementando (sobretodo en los jóvenes) debido a su gran variabilidad y magnitud.
Los DICA constituyen alteraciones graves de la conducta alimenticia, con base psicológica, en los cuales la persona busca obsesivamente perder peso. Comparten algunos rasgos de la bulimia y la anorexia, pero no clasifican para ninguna de ellas. Por ejemplo: la persona pierde peso pero se mantiene dentro de los parámetros normales, o tiene atracones de comida pero no vomita. Incluso, en el caso de las mujeres, sus ciclos menstruales pueden mantenerse regulares aun cuando haya adelgazado notablemente. Algunas de sus conductas típicas son masticar y luego escupir la comida, y/o hacer ejercicio físico excesivo o tomar laxantes solo por comer en pequeña cantidad (ej: una galleta).
Son más comunes en mujeres y pueden aparecer en un rango de edad mucho más amplio: de los 12 a los 28 años. Los más propensos a padecerlos son aquellas personas pertenecientes a familias disfuncionales y conflictivas.
La diversidad de este grupo de trastornos impide determinar una característica propia, pero sí se puede afirmar que la persona con DICA posee algún conflicto o desequilibrio en su personalidad, y al igual que en la anorexia y la bulimia, lo manifiesta a través de su cuerpo y la comida. Esto le genera gran dependencia de los alimentos, distorsión de la imagen corporal y disminución de la autoestima.
Por lo tanto, el tratamiento debe ser interdisciplinario, con Licenciados en Nutrición, Médicos, Psicólogos, Psiquiatras, etc. La intervención del Lic. en Nutrición, es fundamental, ya que el objetivo primordial del tratamiento es normalizar el estado nutricional del paciente, realizar una cuidadosa valoración de sus hábitos alimenticios, y según el caso indicar pautas o planes alimentarios adecuados a sus necesidades. Luego realiza el seguimiento del paciente a través de los controles, y con educación alimentaria nutricional, va erradicando falsas creencias sobre alimentación, que en estos casos, suelen estar muy arraigadas.
Por ello, tanto familiares como profesionales deben estar atentos ante cambios en el comportamiento o aspecto físico de un joven, y consultar de inmediato.
Si son tratados rápida y adecuadamente, estos trastornos poseen un elevado porcentaje de recuperación.
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